martes, 31 de octubre de 2017

las alas

 ¡El animal no cabía en sí de gozo! Extendió las alas y, entre aplausos, se paseó estirando el cuello para que pudieran admirarle bien.
Segundos después, un periquito chiquitín y muy espabilado dio unos saltitos y se posó en los pies de la Madre Naturaleza.
– ¡Me toca a mí! ¡Me toca mí!
La Madre Naturaleza se rio con ternura.
– ¡Ja, ja, ja! Tranquilo, pequeño. Te escucho.
El periquito estaba muy excitado y empezó a hablar atropelladamente.
– ¡Yo quisiera ser azul como el cielo! ¡¡Y tener la cabecita y el cuello blancos como las nubes!
– ¡Fantástico! ¡Muy buena elección!
La Madre Naturaleza escogió un tono tirando a añil, y como el periquito era poquita cosa, terminó en un santiamén. El pajarillo se encontró guapísimo y se pavoneó de aquí para allá ante un público rendido a sus pies.
Después del periquito, le tocó al pavo real.
– ¡A mí me resulta muy difícil escoger porque me encantan todos los colores! ¿Qué tal un poco de cada uno?

– ¡No es fácil lo que pides, pero me parece estupendo!  Quédate bien quieto que este va a ser un trabajo  laborioso y necesito concentración.

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