Si algún día viajas a Ecuador quizá puedas dirigirte al sur del país. Allí, en plena cordillera de los Andes, hay un hermoso parque nacional que tiene una impresionante laguna de aguas cristalinas, famosa por su enorme belleza. Se la conoce como la laguna de El Cajas.
Según parece, antiguamente esta laguna no existía. Los mayores del lugar todavía recuerdan que, donde ahora hay agua, existía una finca enorme que pertenecía a un rico caballero. Dentro de la finca había una magnífica casa donde vivía con su familia rodeado de lujos y comodidades. El resto del terreno era un gran campo de cultivo en el que trabajaban docenas de campesinos que estaban a sus órdenes.
Cuentan que una calurosa tarde de verano una pareja de ancianos pasó por delante de la casa del ricachón. La viejecita caminaba con la ayuda de un bastón de madera y él llevaba un cántaro vacío en su mano derecha.
– ¡Querida, mira qué mansión! Vamos a llamar a la puerta a ver si pueden ayudarnos. Ya estamos demasiado mayores para hacer todo el camino de un tirón ¡Debemos reponer fuerzas o nunca llegaremos a la ciudad!
La familia estaba merendando cuando escuchó el sonido del picaporte. Casi nunca pasaba nadie por allí, así que padres e hijos se levantaron de la mesa y fueron a ver quién tocaba a la puerta.
Cuando la abrieron se encontraron con un hombre y una mujer muy mayores y de aspecto humilde. El anciano se adelantó un paso, se quitó el sombrero por cortesía, y se dirigió con dulzura al padre de familia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario