De
una manera general, entonces, puede definírsele como la organización en la que confluyen
tres elementos, la autoridad, la población y el territorio. Pero, esta noción
ambigua obliga a dejar constancia de que si bien el Estado ha existido desde la
antigüedad, sólo puede ser definido con precisión teniendo en cuenta el momento
histórico, su desarrollo con el paso del tiempo.
Del
estado de la Antigüedad no es predicable la noción de legitimidad, por cuanto
surgía del hecho de que un determinado jefe (rey, tirano, príncipe) se
apoderase de cierto territorio, muchas veces mal determinado, sin importar el
sentimiento de vinculación de la población, generalmente contando con la
lealtad de jefes y jefezuelos regionales. Así fueron los imperios de la
antigüedad, el egipcio y el persa, entre ellos.
La
civilización griega aportó una nueva noción de estado. Dado que la forma de
organización política que la caracterizó correspondía a la ciudad, la polis, se
acordaba a la población una participación vinculante, más allá del sentimiento
religioso y sin poderes señoriales intermedios. Además, estando cada ciudad
dotada de un pequeño territorio, su defensa concernía a todos los ciudadanos,
que se ocupaban de lo que hoy se llama el interés nacional.
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