– Menos mal que ya no queda nadie porque se han
agotado los colores de la paleta. He de decir que teníais razón ¡Con todos esos
colores estáis mucho más bellos!
Los miles de pájaros aplaudieron y vitorearon a la
Madre Naturaleza. Estaban tan agradecidos y tan felices… Ella, con una sonrisa
de oreja a oreja, se despidió.
– Espero que a partir de hoy os sintáis mejor con
vosotros mismos. Y ahora, si me disculpáis, debo irme. Estoy agotada y creo que
me merezco un buen descanso.
Empezó a recoger los utensilios de pintura y cuando
ya tenía casi todo guardado, vio un joven y regordete gorrión que se le
acercaba con cara de desesperación. El pobre gritaba y hacía aspavientos para
llamar su atención.
– Por favor, por favor, no se vaya ¡Espere, señora!
¡Falto yo!
La Madre Naturaleza le miró con tristeza.
– ¡Oh, cuánto lo siento, chiquitín!… Ya no hay nada
que pueda hacer… ¡No me queda ningún color!
El gorrión se tiró al suelo y comenzó a llorar
desconsolado ¡Había llegado demasiado tarde!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario